Culte 03 d'abril de 2022 (streaming)

Culte 03 d'abril de 2022 (streaming)

Aquí tens el vídeo complet de la retransmissió en directe del culte del dia 04 d'abril de 2022, i les notes del sermó a continuació: "Repensa tu vida - ¿Qué piensas del perdón?" amb Javier García 

https://www.youtube.com/watch?v=9YrW58tmsQ4

Repensa la teva vida | ¿Qué piensas del perdón? | Javier García | 2022.04.03

Cuentan que un domingo, casi al final del culto, el pastor preguntó a la congregación: 

  • ¿Cuántos de vosotros habéis perdonado a vuestros enemigos, las ofensas que os han hecho?

El ochenta por ciento de la congregación levantó la mano. Pero el pastor insistió con la misma pregunta, y al final, todos levantaron la mano, excepto una viejecita que estaba sentada al frente.

Así que, el pastor se acercó a ella y le pregunto:

  • Señora Josefa [si alguna Josefa hay aquí, no va por vosotras, eh] ¿es que usted no está dispuesta a perdonar a sus enemigos?

Así que la viejecita, con una voz muy tierna, dijo:

  • Es que yo no tengo enemigos

De repente, toda la congregación se puso de pie, y empezaron a aplaudirla. Así que el pastor, intrigado, la llamo, vino al frente, y le preguntó:

  • Y usted, ¿cuántos años tiene?
  • Tengo noventa y nueve
  • ¿Cómo es posible que no tenga ningún enemigo?

La señora Josefa se quedó pensando y dijo:

  • Por una razón muy simple, porque todos esos desgraciados han muerto.

Bueno… esta es una es una buena estrategia, para abordar los problemas: ¡Que se mueran! Esperar a que se mueran.

Víctor Hugo solía decir que, “cuanto más pequeño es el corazón, más odio, resentimiento y culpa alberga” Y, de hecho, el tema de esta mañana, lo que hace, es desafiarnos a “ensanchar” el corazón, haciendo las paces con Dios, con nosotros mismos, pero también con los demás. Nos reta, o nos va a retar, abandonar el odio. A superar cualquier resquicio de resentimiento. A experimentar una libertad espiritual, emocional y relacional. Porque de esto va el perdón.

En una ocasión, Pedro se acercó a Jesús con una pregunta, que seguro que recordáis:

“Señor, ¿cuántas veces he de perdonar a mi hermano cuando me ofenda? ¿Hasta siete?”

Los rabinos tenían un dicho - de hecho, era una enseñanza- “Cuando alguien te ofenda, solamente - ni más ni menos-  has de perdonarle tres veces. A la cuarta, ya no has de perdonarlo”

Yo creo, que Pedro creía estar sorprendiendo al Maestro, porque cogió las tres de la enseñanza rabínica, la multiplicó por dos, y añadió una de gracia para hacer el número perfecto, el siete. Jesús le responde a Pedro: “…no te digo siete veces, sino setenta veces siete”. Jesús le estaba diciendo a Pedro: “…mira Pedro, el perdón no puede contarse. No tiene límite, no tiene precio. Has de pasar la vida perdonando. Setenta veces siete, significa: Siempre.

Vamos a repetirlo: “Setenta veces siete, significa: Siempre”

Esto es lo que Jesús le estaba enseñando a Pedro. Y, para ayudarle a entender lo que quería decirle en cuanto al perdón, le contó una parábola. Y yo, os la voy a leer a vosotros. No soy Jesús, pero yo la puedo leer.

Les contó una parábola, que está en Mateo 18 - seguro que la habéis leído más de una vez. Dice así, versículo 23, si queréis seguir:

Por lo cual el reino de los cielos es semejante a un rey que quiso hacer cuentas con sus siervos. Y comenzando a hacer cuentas, le fue presentado uno que le debía diez mil talentos. A este, como no pudo pagar, ordenó su señor venderle, y a su mujer e hijos, y todo lo que tenía, para que se le pagase la deuda. Entonces aquel siervo, postrado, le suplicaba, diciendo: Señor, ten paciencia conmigo, y yo te lo pagaré todo. El señor de aquel siervo, movido a misericordia, le soltó y le perdonó la deuda.  Pero saliendo aquel siervo, halló a uno de sus consiervos, que le debía cien denarios; y asiendo de él, le ahogaba, diciendo: Págame lo que me debes. Entonces su consiervo, postrándose a sus pies, le rogaba diciendo: Ten paciencia conmigo, y yo te lo pagaré todo. Mas él no quiso, sino fue y le echó en la cárcel, hasta que pagase la deuda. Viendo sus consiervos lo que pasaba, se entristecieron mucho, y fueron y refirieron a su señor todo lo que había pasado. Entonces, llamándole su señor, le dijo: Siervo malvado, toda aquella deuda te perdoné, porque me rogaste. ¿No debías tú también tener misericordia de tu consiervo, como yo tuve misericordia de ti? Entonces su señor, enojado, le entregó a los verdugos, hasta que pagase todo lo que le debía. 

Jesús concluyó diciendo 

Así también mi Padre celestial hará con vosotros si no perdonáis de todo corazón cada uno a su hermano sus ofensas.

¿Qué es lo primero que llama la atención en esta parábola?

Es la exagerada diferencia, entre la deuda del siervo que fue perdonado por el rey, y la del consiervo que fue cogido por el pescuezo, y metido en la prisión.

El perdonado por el rey debía diez mil talentos, y el pobre infeliz que fue encarcelado, solamente debía cien denarios.

Diez mil talentos era una cifra difícil de imaginar. Sería como el coste total, o los ingresos totales de una provincia importante. Es como si fuera toda Girona.

Para que nos hagamos una idea, y con  dos mil años de diferencia, la deuda de diez mil talentos que fue perdonada, serían cinco millones hoy. Cinco millones, dos mil años atrás – imaginaros. Y la deuda del que fue metido en la cárcel sería de cien euros. Cinco millones – Cien euros…

Jesús quería, que Pedro visualizara el inmenso abismo, entre una deuda - la que fue perdonada-  y la otra que no fue perdonada. Que se diera cuenta de la imposibilidad, de que el primer siervo pudiera pagar esa inmensa deuda, no en una vida, sino en más de cien vidas. Y que también comprendiera las consecuencias de no tener misericordia.

Mirad, a través de esta parábola, Jesús nos enseña varios principios. Yo solamente os voy a contar dos.

El primero que nos enseña Jesús, que le quería enseñar a Pedro y a los discípulos, es este: Todos, todos, todos, somos deudores insolventes. Todos somos como el siervo de la parábola, que debía diez mil talentos. Aunque no nos lo creamos, somos como el siervo de la parábola que debía diez mil talentos. Una deuda imposible de pagar por nuestros propios medios. Solo podemos hacer una cosa: pedir clemencia. El rey de la parábola, movido a misericordia, liberó a su siervo y perdonó esa inmensa deuda.

Pero hermanos, la Biblia nos dice que todos hemos pecado. Aunque no nos guste esta palabra. Todos hemos pecado, es decir, todos somos deudores, todos. Y solo Dios puede liberarnos de la misma. Con nuestras buenas intenciones, “…te lo pagaré todo. Te lo pagaré todo”, o con nuestro esfuerzo, o con nuestras obras, nunca podremos saldar nuestra deuda nunca.

Así que no existe otra posibilidad, que la de ser perdonados por la gracia del Rey. Es solo su voluntad, la que nos puede restaurar por completo. Y esto es precisamente - y es la gran noticia-  es precisamente lo que Dios ha hecho con cada uno de nosotros, a través de su hijo Jesucristo: saldar por completo nuestra deuda.

Mirad lo que dice Colosenses en el capítulo dos. Colosenses, capítulo 2, versículos 13 y 14 

Y a vosotros, estando muertos en pecados y en la incircuncisión de vuestra carne, os dio vida juntamente con él, perdonándoos todos los pecados, anulando el acta de los decretos que había contra nosotros, que nos era contraria, quitándola de en medio y clavándola en la cruz

Cristo arrancó “el acta de los decretos”, que nos acusaba a cada uno de nosotros, y la clavó en la Cruz

Pero ¿qué es “el acta de los decretos”? Pues era un documento romano.

En aquella época no había ordenadores. Así que, cuando una persona, que era juzgada por un delito y era condenada, se redactaba un documento llamado “el acta de los decretos”. En este documento se escribía el nombre del convicto, los delitos que había cometido, y la sentencia a la que había sido condenado, y se colgaba este papelito en la puerta de la celda. De esta manera, el carcelero, que estaba al cuidado de los presos, sabía quién había detrás, sabía lo que había hecho, y lo más importante: cuando cumplía la condena. Porque cuando llegaba la sentencia a su fin, ¿sabéis lo que hacía el carcelero? Cogía el papelito que estaba clavado, lo rompía [lógicamente, no había más copias] y quedaba el preso totalmente libre. Ya no se le podía acusar absolutamente de nada.

Esto es lo que la Biblia dice, que Jesús ha hecho con nosotros. Jesús pagó en la Cruz toda nuestra deuda, que incluye [ahora os voy a hacer una lista de vuestros pecados…] que incluye nuestro pasado, nuestro presente y nuestro futuro. Incluso, lo que aún no ha ocurrido. Todo esto incluye. Todo esto estaba escrito en este “acta de decretos” que nos acusaba, y que Jesús ha quitado y la clavado en la Cruz. 

Ya no hay nada, absolutamente nada, que nos condene. Yo no sé cómo te suena esto en los oídos, pero escúchalo otra vez: No hay absolutamente nada, que te condenen

Hay un versículo en el Antiguo Testamento, que cuando lo descubrí hace muchos años, la verdad, es que me cambió. Me ayuda a tener otra perspectiva de las cosas. Está en Miqueas capítulo 7, y dice:

Él volverá a tener misericordia de nosotros; sepultará nuestras iniquidades [las enterrará bajo tierra], y echará en lo profundo del mar todos nuestros pecados

Dios es misericordioso. Él entierra nuestras iniquidades para que no puedan salir. Y hecha nuestros pecados en lo profundo del mar, en un lugar donde nadie puede encontrarlos.

Mirad, el sabernos perdonados - porque lo somos -  es una de las mayores dichas, que podemos experimentar. Porque nos permite, como dice Hebreos, acercarnos y relacionarnos con Dios. En primer lugar, con libertad y con confianza. Pero, es que también trae restauración a nuestras vidas. Ya no tenemos necesidad de tener que escondernos de nada, como Caín se tuvo que esconder, después de asesinar a su hermano Abel. Pero, por el contrario, vivir sin experimentar el perdón que Dios ya nos ha dado, es vivir encadenados por una conciencia, que está esclavizada por cosas que han ocurrido en nuestra vida, en nuestro pasado, o en nuestro presente, y que realmente han sido perdonadas. Hemos sido liberados.

Hay mucha gente que vive esclava de su conciencia. De alguna manera, no experimentar el perdón que Dios ya nos ha dado, es seguir dentro de nuestra propia cárcel. Cuando en realidad, el papelito ya ha sido arrancado, la puerta está abierta, y nada nos impide salir fuera de ella.

Por esto, el apóstol Pablo nos dice:

consideraos muertos al pecado, pero vivos para Dios en Cristo Jesús,

Y luego añade otra cosa; es importante escuchar:

¿Qué, pues? ¿Pecaremos, porque no estamos bajo la ley, sino bajo la gracia?

Y el mismo Pablo responde: En ninguna manera 

Mirad, el hecho de que Cristo nos ha liberado del pago de nuestra deuda, no significa que ya no vayamos a equivocarnos, y que ya seamos perfectos. ¡Y si hay alguno, que levante la mano! Perdonad que os diga, pero es la verdad, vamos a seguir metiendo la pata.

Pero la buena noticia, como nos dice Juan, es que, si confesamos nuestras faltas, Dios es fiel y justo para perdonarnos

Proverbios 28 [un versículo que todos deberíamos de tener subrayado] Proverbios 28 versículo 13 dice:

El que encubre sus pecados no prosperará; Mas el que los confiesa y se aparta alcanzará misericordia

Tres cosas: reconocer, confesar y apartarse. Este es el camino que nos lleva a experimentar, día a día, el perdón que Cristo ya nos ha dado de manera completa.

C.S. Lewis decía: “Una persona que no admite culpa, nunca podrá aceptar el perdón. Nunca.”

A través de esta parábola, Jesús nos enseña también, [Es el segundo principio que quiero compartir con vosotros] que el perdón recibido nos obliga a perdonar. Nos obliga a perdonar. Para mí, lo sorprendente en esta parábola, es la actitud del siervo al que tanto se le había perdonado. Lo primero que hace, una vez ha sido perdonado de aquella inmensa deuda, es coger por el cuello - por el pescuezo-  a su consiervo, que le debía una cantidad ridícula comparada con la suya. Exigiéndole que le pagara todo, y echándolo a la cárcel.

Este siervo perdonado, es que no entendió nada. No entendió absolutamente nada. Creyó que el perdón podía convertirlo en posesión suya. No entendió, que debía compartirlo. No comprendió, que el perdón no podía terminar en él, sino que debía de continuar, y llegar al otro.

El perdón que hemos recibido de Dios, ha de traducirse en paz y reconciliación con nosotros mismos, en primer lugar. Porque muchos estamos en batalla, incapaces de perdonar lo que Dios ya nos ha perdonado, y también con nuestro prójimo.

Como alguien dijo: “Si no entendemos la importancia del perdón, y no lo integramos en nuestra convivencia con los demás, nunca alcanzaremos la libertad interior, y permaneceremos prisioneros de nuestros rencores”

¡Qué triste es cargar una vida llena de rencor”

Hermanos, la puerta por donde entra el perdón, es la misma por la que sale.

Con esta parábola, Jesús nos está retando a imitar el comportamiento que tuvo el rey de la parábola, y alejarnos del que tuvo el siervo, que fue incapaz de perdonar.

Uno que perdona, no es un héroe. Simplemente es un discípulo de Cristo. El perdón es una oportunidad para poner el contador a cero. Es como comprarse un coche nuevo, el contador está a cero ¿nos gusta un coche nuevo?

¡Qué triste es ver a gente encarcelada en la prisión de sus propios resentimientos!, por su incapacidad de sentirse perdonado, y de perdonar. El perdón es también una increíble oportunidad, para que acontezca algo nuevo. Perdonar es mirar el futuro, sin guardar recuerdos ni rencores del pasado.

No tengamos la costumbre que tienen en la Polinesia ¿Sabéis qué costumbre más divertida tienen? Que, para no olvidar los agravios que le hacen las personas, y para recordarlos, mantener los presentes; cuelgan un objeto del techo, que se los que se los mantenga ahí presente. Cuelgan algo, que les recuerde el agravio que han recibido.

Mirad, el perdón no cambia el pasado. No lo cambia, pero abre las puertas al futuro. Perdonar no es olvidar, no es cerrar los ojos como si nada hubiera pasado. Porque es imposible, si ha pasado, ha pasado, y el recuerdo está allí. Pero sí que es dejar salir el dolor de nuestro interior. Es recordar, sin que te duela. Esto es el perdón.

Martin Luther King decía: “El que es incapaz de perdonar, es incapaz de amar” Esto es lo que él decía.

¿Cómo se aprende a perdonar?, perdonando

¿Cómo se aprende a amar?, amando

¡Cómo se aprende a pensar como Jesús? Siguiendo sus mismos pasos, pensando como Jesús. Recordar la pregunta de Pedro: “Señor ¿cuántas veces he de perdonar a mi hermano, cuando me ofenda, hasta siete?” Y Jesús le respondió: “No te digo siete veces, sino setenta veces siete” Qué significa: Siempre.

El perdón no es un sentimiento, “hoy me siento bien, voy a perdonar. Hoy estoy mal, y ya no hago nada” El perdón no es un sentimiento, es una decisión. Más aún, para nosotros, como seguidores de Jesús, es un mandamiento. Ni siquiera es una opción, es un mandamiento.

Mirad, frente a un conflicto, a una ofensa; hay tres cosas que podemos hacer. Os las voy a contar. Porque ¿quién de vosotros - esto es como el chiste- quién de vosotros no tiene ningún enemigo? ¡Que levante la mano!... Todos tenemos algún conflicto, o lo hemos tenido. Hay tres cosas, que debemos de tener en cuenta, o debemos de hacer.

Primero: Querer solucionarlo. Esta es muy obvia ¿no? Querer solucionarlo.

Mateo 5 dice estas palabras, que “…si traes tu ofrenda al altar y allí te acuerdas de que tu hermano tiene algo contra ti, deja allí mismo tu ofrenda delante del altar, y anda y ve y reconcíliate primero con tu hermano, y entonces  - y solamente entonces- ven y presenta tu ofrenda”

¿Habéis visto las implicaciones de este versículo? Nos está diciendo, que no hay nada más importante en nuestro servicio a Dios, que reconciliarnos con nuestro hermano y con nuestro prójimo, “…anda, déjate la ofrenda, y vete a reconciliar”

Ante un conflicto, del tipo que sea, el primer paso es tener la voluntad de querer solucionarlo. Mirad, las buenas intenciones… [vamos a decirlo de otra manera] las buenas relaciones, nunca surgen de evadir los problemas. Nunca. Sino que provienen de enfrentarlos, de estar dispuestos a dar lo mejor; a dar todo lo posible, para que la situación cambie. Sin embargo, hay muchos que piensan “…bueno, vamos a dejarlo. El tiempo lo arregla todo” ¿Verdad que conoces a alguien así? “…No hago nada. Ya se arreglará”

Pero como dice el refrán “No dejes para mañana, lo que…”

Y la Biblia afirma “no dejes que el sol se ponga sobre tu enojo” En otras palabras, “no te vayas a dormir, sin enfrentar el conflicto” No quiere decir “resolverlo” porque los conflictos llevan mucho tiempo. Pero si el enfrentarlo

En segundo lugar, para solucionar cualquier conflicto, hemos de confrontarlo. Y para ello, la Biblia es muy sabia. Nos da un consejo dice “Mira, primero examínate a ti mismo” Esto lo dice en Gálatas, en el capítulo 6, cuando afirma, o dice “Hermanos, si alguno de vosotros fuere sorprendido en una falta, vosotros que sois todos vosotros espirituales, restauradle con espíritu de mansedumbre, considerándote a ti mismo, no sea que tú también te tengas que sentar allí...”

En otras palabras, es fácil ver en el ojo ajeno la motita; y a veces no nos damos cuenta de la viga que tenemos en el nuestro. Por ello, antes de nada, en cualquier conflicto que tengas con tu padre, con tu madre, con tu hermano, con tu vecino, con quien sea; antes de nada, habla con Dios y reconoce tu parte en el problema. Porque en un conflicto, generalmente siempre  - como mínimo-  hay dos partes. Generalmente, siempre hay dos partes.

Hemos dicho que, ante un conflicto del tipo que sea,

Primero hemos de querer solucionarlo.

Segundo, hemos de confrontarlo, valorando cuál es nuestra parte en él.

Y, en Tercer lugar, hemos de aplicar la parábola que hemos leído. Hemos de tomar la iniciativa, de pedir perdón y de perdonar. Sin perdón, no puede haber restauración. Olvidaros.

El perdón es un acto consciente, voluntario y explícito.

No basta con poner buenas caras.  Perdonar, es estar dispuesto a enterrar el hacha de guerra.

Y es que, hay algunos que les gusta. Pero estar dispuestos a enterrar el hacha de guerra. Es estar dispuestos a cambiar de actitud. 2De la manera que Cristo os perdonó, así también hacedlo vosotros”. Ya os he contado antes, como Cristo nos ha perdonado.

Chesterton decía: Perdonar significa, perdonar lo que es imperdonable, o no tiene ninguna virtud para ello. O no tiene ninguna virtud para ello.

Así que, los que hemos sido perdonados, estamos llamados a perdonar.

Déjame hacerte la pregunta del chiste:

  • ¿Tienes algún enemigo? ¿Tienes alguna deuda pendiente? (no levantes la mano)

¿Tienes alguna deuda pendiente? Pues no esperes. No esperes más, para poner tu contador a cero. Para descubrir la libertad y el futuro, que el perdón puede traer a tu vida.

Pero nunca olvides, porque esto es lo que te va a dar energía, que tú primeramente ya has sido perdonado.

¡Libérate! No es no estés esclavo de situaciones, que tal vez nunca olvidarás, pero que Dios te puede ayudar a sacar y liberarte el dolor que llevas.

Jesús terminó esta parábola con una pregunta ¿No debías tú también tener misericordia de tu consiervo, como yo tuve misericordia de ti?

Es una pregunta para nosotros ¿No debes tú también tener misericordia con fulanito y menganito, lo mismo que yo he tenido misericordia contigo? 

Jesús nos está enseñando, que el perdón ha de ser la respuesta a la inmensa gracia, amor y misericordia, que de él hemos recibido.

Por tanto, nunca nos cansemos de darle gracias, por lo que él ha hecho por nosotros. Pero tampoco, nunca nos cansemos de practicar el perdón. ¿Hasta cuándo? Setenta veces siete… que es… ¡Siempre!

Termino con una frase de la Madre Teresa de Calcuta. 

[Me gusta esta mujer. Era albanesa, por cierto. Se llama de Calcuta, pero era de Albania. Estuve hace poco en Albania. Están muy orgullosos de ella, y puedes encontrar muchas referencias a su vida]

Bueno, dice lo siguiente: “El perdón es una decisión, no un sentimiento. Porque cuando perdonamos, no sentimos más la ofensa, no sentimos más rencor. Perdona, que perdonando tendrás en paz tu alma, y la tendrá el que te ofendió”

¡Que el Señor los bendiga y os perdone a todos!

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