“...quítense de vosotros toda amargura, enojo, ira, gritería...”
Efesios 4:31
¿Quién no ha sentido amargura, resentimiento o ira? Se pueden apoderar de nuestra personalidad y hacernos pensar que la vida es injusta y todo nos sale mal. Lo vemos todo gris y la belleza de la vida desaparece. Creamos una realidad falsa y pensamos que Dios se ha olvidado de mí. Eso nos trae enfermedades físicas y espirituales.
El proceso de asemejarnos a Cristo, de santidad, consiste en despojar al viejo hombre de sus hábitos de comportamiento para asu- mir la forma de vivir de Cristo. La amargura se caracteriza por sentimientos de hostilidad, ira, venganza. Es la manera de manifestar que estamos insa- tisfechos con la vida que nos ha tocado vivir. La amargura no perdona; vive en la cárcel de su mal humor y no deja que Dios intervenga.
Pasos para liberarnos de esta carga:
1-Identificar la causa: debemos tener una relación cercana con Dios y con- frontar lo que sea con Él. Él tiene la solución y los recursos.
2-Reaccionar con prontitud: que la amargura no se asiente mucho tiempo en nuestro corazón. La inmadurez se exhibe en el orgullo.
3-Renovarse en no conformarse: cambiar nuestra forma de pensar y no centrarnos en lo negativo. Dios nos reta a no conformarnos, a pensar en lo honesto, lo puro. ¿Le damos gracias cuando las cosas no van tan bien?
4-Actuar como Jesús lo haría: dejar que el nuevo hombre (Jesús) se for- me en nosotros. Jesús era humilde ante los que le juzgaban injustamente.
5-Desarrollar el hábito de bendecir: sacar lo mejor de nosotros. Responder al mal con el bien.
Predicación del 11 de marzo
Javier García
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