Esta mañana una amiga me contó de una boda a la que asistió este verano. Habló de la historia romántica de los novios y cómo acabaron juntos. Estaba emocionada hablando de esta pareja tan hermosa y la alegría que compartieron con todos el día de su boda.
Nos encanta estar con las parejas enamoradas, especialmente cuando nos contagian con la belleza y convicción de su relación. Su conexión es cómo una llama, dando luz y esperanza a todos a través del milagro de su amor gozoso y de su sacrificio mutuo. Esto es el diseño de Dios, que el matrimonio imperfecto refleje Su amor constante por su pueblo querido.
Para que siga brillando esa llama, es importante alimentarla y canalizar bien su poder.
Sin embargo, cuando un matrimonio experimenta problemas, la pareja piensa que tiene que solucionar todo sola. Se vuelve hacia dentro y muchas veces no cuenta a nadie los retos que está enfrentando. La llama del amor que tuvieron al principio está en peligro de extinguirse. En estos momentos, en vez de pedir ayuda, muchas parejas acaban alejándose. Gastan toda su energía en aguantar una situación desagradable y mantener una fachada de alegría mientras esperan en secreto que la cosa mejore.
Según el Dr. John Gottman, experto en relaciones y matrimonios, las parejas esperan un promedio de seis años de infelicidad antes de buscar ayuda. Pero ¿por qué esperar? Pasar por dificultades y problemas en la vida es normal, y también en el matrimonio, pero “sonreír y soportarlo” mientras se va apagando esa llama de amor no es la única solución. En vez de solo aguantar lo desagradable o tirar la toalla en la relación, existen unas estrategias que pueden ayudarnos a superar lo difícil y avivar la llama del amor.
Cuando dos personas se unen en matrimonio, tienen la ilusión y adrenalina de la boda, la mudanza y la novedad y la esperanza de un proyecto de vida juntos, viviendo felices y comiendo perdices. Es precisamente por ese amor e interdependencia con el cónyuge que tenemos que cuidar de esta relación. El matrimonio debe ser un entorno seguro dónde podemos ser vulnerables y no sentir vergüenza.
“Por tanto dejará el hombre a su padre y a su madre, se unirá a su mujer y serán una sola carne. Estaban ambos desnudos, Adán y su mujer, pero no se avergonzaban.” -Génesis 2:24-25
Igualmente, en algún momento, las parejas encontrarán choques y se harán daño. Aunque es totalmente normal experimentar desacuerdos y choques entre 2 humanos, incluso los que se aman mucho, es importante tratar estos conflictos y hacerlo de forma saludable.
Puede que aunque la pareja reconozca que hay un conflicto, no sepa CÓMO resolverlo sin entrar en otra pelea. Los conflictos no resueltos se pueden convertir en un peligro para la relación, haciendo mucho daño y fortaleciendo hábitos no saludables, cómo un fuego que se ha escapado de la chimenea.
A menudo existe la duda de si una pequeña dificultad en su relación requiere ayuda profesional o si sería más fácil resolver sus problemas por su cuenta. A ellos les pregunto ¿Ignoráis los pequeños incendios en vuestro hogar y solo llamáis al 112 cuando vuestra casa está a punto de arder hasta los cimientos?
Así como somos rápidos para llamar a los bomberos, deberíamos pedir ayuda lo antes posible, en lugar de dejar que los focos de incendio se salgan de control.
Cuando notamos que hay un asunto que no se resuelve o un ambiente negativo durante varios días o semanas sin solucionar, podría ser un buen momento para invitar a una tercera persona neutra y capacitada a intervenir.
El apóstol Pablo nos exhorta en Efesios 4:26-27 a atender los problemas pronto: “Airaos, pero no pequéis; no se ponga el sol sobre vuestro enojo, ni deis lugar al diablo.”
Un consejero o terapeuta puede ayudarnos a llegar a la raíz de tal discusión. Nos acompaña en entendernos y en buscar posibles soluciones a ella. No trata de sacar los trapos sucios cada vez que hay un desacuerdo, sino de tratar los problemas en seguida, mientras sean relativamente pequeños.
Proverbios 15:22 nos dice: “Los pensamientos se frustran donde falta el consejo, pero se afirman con los muchos consejeros.”
Si abordamos los conflictos pronto, aunque sea incómodo o inconveniente, fortalecemos el matrimonio y conocemos nuevas herramientas que pueden equiparnos para gestionar mejor los futuros conflictos.
Sin duda, es muy importante pedir ayuda cuando surjan problemas. Sin embargo, no es necesario esperar hasta que los problemas se hayan arraigado en la relación. Para fortalecer el matrimonio, debemos ser proactivos, creando un entorno de aprendizaje y crecimiento constante.
Para llegar a nivel élite, los mejores atletas no esperan que irán mejorando solos, sino buscan proactivamente a un entrenador para ayudarles a sacar el máximo provecho para su carrera. Los matrimonios también tienen la oportunidad de ser proactivos en buscar entornos de “entrenamiento” para desarrollar su relación y no conformarse con la mediocridad.
Algunas maneras de ser proactivo en desarrollar la relación matrimonial incluyen…
La vida cotidiana está llena de responsabilidades y distracciones y cambios. Muchas veces vamos a tope con poco margen y es cuando podemos perder de vista nuestras prioridades. La mejor manera de disfrutar de una “relación matrimonial élite” es ser intencional y proactivo con ello. Existen un montón de herramientas y oportunidades que pueden ayudarnos a enfocarnos en esta relación tan importante. ¡Aprovechemos!
Si buscar ayuda pronto ayuda a la pareja a responder a las amenazas, y ser proactivos provee apoyo y herramientas para que la pareja persiga una alta calidad en su relación, la percepción es una capacidad que cada uno de la pareja puede ir desarrollando individualmente.
Aumentar nuestra percepción es la estrategia estrella, una misma moneda de dos lados relacionada con las emociones, que nos ayuda a neutralizar las dificultades antes de que crezcan.
La percepción en la inteligencia emocional se refiere a la forma en que interpretamos y damos sentido a las emociones, conductas e intenciones. Implica recopilar información a través de la observación, la escucha o la captación de señales no verbales.
En su libro Helping Couples, David H. Olson, investigador que ha dedicado su vida a reducir la incidencia del divorcio, destaca dos elementos de la percepción que son clave para nutrir y fortalecer cualquier relación de pareja: la autoconciencia y la empatía.
La autoconciencia es la capacidad de reconocer y comprender nuestros propios pensamientos, sentimientos y emociones. Al conocerse más, nos permite volvernos más objetivos para poder reconocer nuestros puntos ciegos, nuestros desencadenantes y nuestro comportamiento. Nuestra disponibilidad hacia la humildad y el aprendizaje sobre cómo los demás nos experimentan es una capacidad poderosa para enfrentar los roces y discusiones.
El Rey David invita a Dios a mirar su corazón y mostrarle lo que encuentre….
“Examíname, Dios, y conoce mi corazón; pruébame y conoce mis pensamientos. Ve si hay en mí camino de perversidad y guíame en el camino eterno.” Salmo 139:23-24
Se dice que el carácter verdadero es cómo nos portamos cuando nadie nos ve. Una buena pregunta podría ser ¿Cómo interactúo con mi cónyuge cuando nadie nos ve? Cuanto más me conozca, más responsabilidad puedo tomar por mi comportamiento, sea positiva o negativa.
Por ejemplo, el autoconocimiento me ha ayudado a reconocer que tengo ciertas inseguridades del pasado que afectan mis pensamientos y reacciones con mi marido. Además, a lo largo de los años, he observado que estoy más susceptible a estas inseguridades cuando estoy cansada, especialmente por la noche.
Cuando encontramos un desacuerdo o choque, en vez de ponerme defensiva, puedo escoger a creer lo mejor de él en vez de saltar a la crítica y defenderme a mi misma. Me permite escuchar su punto de vista con atención en vez de reaccionar con excusas y descartar su perspectiva.
Por otro lado, la empatía es la capacidad de comprender cómo se sienten los demás. La empatía va más allá de simplemente intercambiar información. Es la capacidad de ponerse en el lugar de la otra persona, de percibir el mundo desde su perspectiva.
Uno no tiene porque haber estado en la misma situación exacta para poder empatizar. La idea es ser capaz de observar y/o imaginar cómo la otra persona podría sentir en su situación y recordar una experiencia en que hemos experimentado el mismo sentimiento ... y conectar e identificarnos con aquellos sentimientos.
Por ejemplo, una mujer llega a casa después de un día largo de trabajo. Se podría responder de varias formas:
En la primera escena, el marido reconoce la presencia de su esposa y le lanza la pregunta típica, “¿Cómo ha ido el día?”, la cual no está mal. Sin embargo, no conecta con las emociones de su esposa y pierde la oportunidad de conectar con ella y apoyarla cuando ella confiesa que ha tenido un día difícil.
En la segunda escena, el marido no solo pregunta y escucha las palabras de su esposa, sino también, de forma intuitiva se hacen 2 preguntas a sí mismo:
La empatía es algo precioso y raro, incluso en el matrimonio. La empatía requiere tiempo, atención, energía y conexión dirigidas hacia la otra persona. Si mostrar empatía no es una fortaleza, podría ser intimidante al comenzar, pero sin duda, es una capacidad poderosa que se puede aprender y desarrollar.
Tanto el autoconocimiento como la empatía pueden abrir la puerta de par en par a restaurar la confianza y devolver la intimidad en la relación matrimonial.
El Nuevo Testamento está lleno de amonestaciones del apóstol Pablo sobre cómo debemos tratarnos los unos a los otros. Estos versículos se aplican entre los hermanos de la iglesia y también entre esposo y esposa…
No busquéis vuestro propio provecho, sino él de los demás. Filipenses 2:4
Sobrellevad los unos las cargas de los otros, y cumplid así la ley de Cristo. Gálatas 6:2
Por lo cual animaos unos a otros y edificaos unos a otros, así cómo lo estáis haciendo. 1 Tesalonicenses 5:11
Amaos los unos a los otros con amor fraternal, en cuanto a honra, prefiriéndoos los unos a los otros. Romanos 12:10
Cada matrimonio comienza intuitivamente con la chispa y la atención, el cuidado y cariño necesario para crecer. Sin embargo, la vida, las circunstancias y la naturaleza humana, como las olas del mar, pueden desgastar y amenazar con apagar esa llama del amor que tuvo al principio. Respondiendo pronto, actuando de forma proactiva y volviéndonos cada vez más perceptivos, le damos la llama de nuestro matrimonio todas las oportunidades posibles de seguir ardiendo hasta que la muerte nos separe.
Ponme como un sello sobre tu corazón, como una marca sobre tu brazo; porque fuerte como la muerte es el amor y duros como el seol los celos. Sus brasas son brasas de fuego, potente llama. Las muchas aguas no podrán apagar el amor ni lo ahogarán los ríos. Y si un hombre ofreciera todos los bienes de su casa a cambio del amor, de cierto sería despreciado. Cantares 8:6-7
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