El Rey Perdido

El Rey Perdido

El mes pasado descubrí una película británica fascinante: El Rey Perdido, de Stephen Frears. Esta deliciosa película narra la historia real sobre el periplo de 10 años de Philippa Langley, una profesional del marketing que, al ser diagnosticada con Síndrome de Fatiga Crónica, debe abandonar su trabajo y se obsesiona con encontrar la tumba del Rey Ricardo III, tras leer una biografía de este demonizado monarca inmortalizado en la obra de William Shakespeare.

El rey perdido

En busca de la verdad

Un fuerte sentido de la intuición la llevó a pensar que las teorías que reinaban sobre este infame rey se basaban en prejuicios que llevaron a los británicos a no cuestionarse la opinión popular de que sus restos habían sido arrojados al río Soar tras su muerte en la batalla de Bosworth.

Una intensa investigación sobre Ricardo III llevó a Phillipa a recopilar pistas sobre los posibles lugares donde podían encontrarse sus restos mortales y, curiosamente, la llevaron a un parking de los Servicios Sociales de la ciudad de Leicester, en el corazón de Inglaterra. 

Pero… ¿quién iba a creer nunca esta descabellada hipótesis de una aficionada sin experiencia?

¿Alguna entidad académica financiaría nunca una excavación para desenterrar los restos de un personaje histórico caído en desgracia?

Sinceramente, me impactó el desprecio que mucha gente mostraba hacia Phillipa: primero por ser mujer, segundo por estar enferma, y tercero, por no ser una experta en el tema. La trataban de loca, sin ningún tipo de disimulo. La actriz Sally Hawkings borda un papel dramático hasta el nivel que la auténtica Philippa Langley alaba la interpretación de su persona. Y yo, en ocasiones, también me he sentido como Phillipa a la hora de expresar mi fe.

Locura para los que no creen

¿No os ha pasado nunca que a la hora de compartir vuestra fe notáis un cierto desdén por parte de las personas que no creen? Algunos ridiculizan la concepción de Jesús por el Espíritu Santo. ¿Una paloma? ¿En serio?  Otros no pueden creer en los milagros que realizó Jesucristo en su vida ¿Alimentar a 5.000 personas con cinco panes y dos peces? ¡Venga, va!

¿Resucitar a Lázaro? ¿Te estás oyendo? Y la prueba final: No hay nada más allá de la muerte. Nadie ha regresado para contarlo.

Mientras veía El Rey Perdido iba viendo paralelismos entre la historia de Jesús y la que se explicaba en la película, y me divertía la incredulidad de la gente involucrada en la película y el tesón que demostraba Philippa en su cruzada por demostrar que su investigación era cierta… a pesar de que lo tenía todo en su contra.

En la primera carta de Pablo a los Corintios hay un versículo que es muy revelador:

El mensaje de la muerte de Cristo en la cruz parece una tontería a los que van a la perdición; pero este mensaje es poder de Dios para los que vamos a la salvación. (1 Corintios 1:18)

El mensaje de la cruz puede parecer una tontería, una locura, pero es poder de Dios para salvación. Qué idea más potente, ¿no creéis?

Me reconforta pensar en la bienaventuranza que pronunció el mismo Jesús sobre esta situación:

Dichosos ustedes, cuando la gente los insulte y los maltrate, y cuando por causa mía los ataquen con toda clase de mentiras. Alégrense, estén contentos, porque van a recibir un gran premio en el cielo; pues así también persiguieron a los profetas que vivieron antes que ustedes. (Mateo 5:11-12)
 

El mensaje de esperanza en la historia de Phillipa

Algo tienen las historias de perdedores que pueden ser muy inspiradoras. En este mundo de redes sociales hiperconectadas, mucha gente muestra un lado brillante de la vida que la mayoría de veces puede resultar una fachada hueca.

Por eso me inspiró tanto la historia real de Phillipa: una amateur en contra del establishment, una mujer enferma en contra de la poderosa universidad, un David frente a un Goliat.

Y por eso me alientan las palabras bíblicas a las personas que creen que no valen nada, a los que no tienen éxito, a los que sufren enfermedades y desgracias, a los que tienen el corazón quebrantado y a los que defienden la fe y tienen hambre de justicia: ¡Alégrense! Estén contentos, porque van a recibir un gran premio en el cielo. Este mundo no tiene la última palabra.

Y verdaderamente, Dios anima a las Philippas de este mundo, como tú y como yo, a no rendirse, a no desfallecer, a seguir luchando con fe, a pesar de que todo vaya en contra. Dios ha compartido una bella promesa:

Te basta con mi gracia, pues mi poder se perfecciona en la debilidad. Por lo tanto, gustosamente haré más bien alarde de mis debilidades, para que permanezca sobre mí el poder de Cristo.(2 Corintios 12:9)
 

¿Final feliz?

¿Cómo acaba la historia de Philippa? No te voy a hacer spoiler. Te animo a verla en el cine o en alguna plataforma dentro de poco. Lo que sí te voy a recordar es cómo acaba la historia de Jesús, y luego te dejo que ates cabos.

La cruz es el milagro menos milagroso de Jesús. No hay ángeles, nadie baja a rescatar a Jesús. Hay insultos, hay humillación y hay risas. También hay sangre, sudor y muchas lágrimas. El anticlímax de un héroe. Jesús muere. Descuelgan su cadáver de la cruz y lo depositan en la tumba de José de Arimatea. Un final para nada feliz.

Dos días de profundo desespero, de vacío y de preguntas. Imaginaos la sensación de fracaso de sus familiares y de los apóstoles… “Pero si nos dijo que…”. Dos días de profunda oscuridad del alma. Philippa Langley recuerda que su exmarido, que acaba siendo un puntal en la historia, le dijo que la oscuridad se vuelve más oscura antes del amanecer.

Y para Jesús, el amanecer llegó al tercer día. Resucitó de los muertos y se mostró a los suyos.  Y con él, la promesa de que a todos los que creen en él les sucederá lo mismo. El milagro se hizo esperar, pero llegó. Hubo oscuridad, pero llegó la luz. Antes hubo lágrimas y ahora hay alegría. Lloramos en la pérdida, pero reiremos en la victoria.

Simplemente cree, y confía en la victoria de Jesús en la cruz.

El Rey perdido ha resucitado, y nosotros lo haremos como Él.

Así como creemos que Jesús murió y resucitó, así también creemos que Dios va a resucitar con Jesús a los que murieron creyendo en él.(1 Tesalonicenses 4:14)

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