Lo santo no es para todo el mundo

Lo santo no es para todo el mundo

En el capítulo 7 de Mateo, Jesús aconseja a sus discípulos que no den “lo santo” a los perros, ni echen “perlas” delante de los cerdos, “no sea que las pisoteen, y se vuelvan y os despedacen” (Mt. 7:6).

Cerdos y perros: símbolos de desprecio

Estamos aquí frente a otra analogía zoológica del Maestro que sus oyentes entendieron perfectamente. Como buen rabino judío, emplea el método hebreo de la repetición para dar énfasis a la verdad que deseaba transmitir.

Lo santo no es para los perros como tampoco las perlas son para los cerdos. ¿Qué era lo santo y las perlas?

El mensaje de Jesucristo, la verdad espiritual y la ética del reino, aquello que separa del mundo y pertenece a Dios. Jesús establece aquí una comparación hiperbólica entre la actitud de algunas personas que se burlan o ridiculizan su mensaje y el gran valor trascendente de este.

El término hebreo para referirse a los cerdos (jazir) no solo se aplicaba a los domésticos, sino que se usaba también para los cerdos salvajes o jabalíes. [1] Por tanto, la idea de que estos pudieran volverse contra el ser humano, atacarle y despedazarle era desde luego muy real.

Criar cerdos, como hacían los gentiles, era algo abominable para los hebreos. De ahí la bajeza en que había caído el hijo pródigo, que no solo los cuidaba, sino que también se alimentaban de lo que estos animales comían.

De la misma manera, los perros a que se refiere el texto eran animales que no pertenecían a nadie, vagabundos y asilvestrados, que consumían todos los desperdicios que encontraban, incluso cadáveres, por lo que se les consideraba animales inmundos.

Se trataba de canes agresivos que también podían atacar en manada al ser humano. Así pues, tanto los cerdos como los perros eran seres muy mal considerados por los judíos. Llamar perro a un gentil era uno de los peores insultos.

El desafío de lidiar con los escépticos recalcitrantes

El Señor Jesús se sirve de esta analogía para referirse a las personas que rechazan a Dios y se burlan abiertamente de su mensaje porque consideran que este no es verdadero.

Es inútil mantener un diálogo continuado con quienes persisten en tal actitud porque, en el fondo de su corazón, ya tomaron una decisión en contra del Altísimo. Ninguna apologética será suficiente para quien no quiere creer. Su rebeldía y menosprecio suele ocultar el deseo de seguir viviendo como lo hacen.

No quieren apartarse del mal, por eso están dispuestos incluso a “despedazar” o atacar a aquellos mensajeros de Jesucristo. Esto es algo que los apóstoles experimentaron en carne propia y que también muchos cristianos de hoy están padeciendo.

Es mucho mejor concentrarse en aquellas personas que tienen verdadera sed de Dios que seguir derrochando energía con los escépticos recalcitrantes.

1.  Cruz, A. Diccionario Enciclopédico de Animales y Plantas de la Biblia, Clie, Viladecavalls, Barcelona, p. 249.

 

Article publicat originalment a Protestante Digital, el 13 de juliol de 2023.

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