Pez asado y miel silvestre

Pez asado y miel silvestre

Según Lucas, los discípulos de Jesús estaban acobardados, tristes y confusos porque su querido Maestro había sido ignominiosamente crucificado. Todas sus esperanzas y proyectos de futuro se habían venido abajo con la muerte del Señor. Sin embargo, noticias inquietantes llegaban a sus oídos.

Algunas mujeres decían haberle visto vivo, Simón corroboraba que desde luego no estaba en la tumba y, finalmente, otros discípulos como Cleofás aseguraban también que habían hablado con Jesús en el camino de Emaús.

Precisamente, cuando estaban reflexionando acerca de tales testimonios, de repente, el Señor Jesucristo se apareció en medio de ellos y les dijo: "Shalom alehem" (Paz a vosotros) (Lc. 24:36). ¿Cómo podían tener tranquilidad y paz ante semejante acontecimiento que violaba todas las leyes de la razón? Lo que experimentaban todos en aquel instante era pánico y creían que estaban ante un fantasma. Ellos pensaban que su Maestro resucitaría en la resurrección final, pero no al tercer día.

Frente a la lógica incredulidad que despertaba este milagroso portento, Jesús empezó a hacer apologética con su propio cuerpo resucitado. Les mostró las manos y los pies, que probablemente conservaban las evidencias de su martirio.

Según la concepción hebrea acerca de los espíritus o fantasmas, estos carecían de huesos o de carne y, por lo tanto, no podían ingerir alimentos sólidos. Sin embargo, el Señor comió delante de ellos un trozo de pez asado y un panal de miel. Hay que tener en cuenta que esto lo está contando Lucas, un médico con espíritu científico.

Desde luego, el Maestro no tenía ninguna necesidad de comer, pero lo hizo por amor a sus discípulos, con la idea de mostrarles la maravilla sobrenatural de la resurrección. Resulta curioso también que cuando resucitó a la hija de Jairo, lo primero que ordenó fue que le dieran de comer. Quizás para mostrar a la gente que tampoco se trataba de ningún fantasma, sino de una persona de carne y hueso.

No obstante, la resurrección de Cristo significa la victoria definitiva sobre la muerte. Poco a poco, los apóstoles entendieron que el Señor estaría siempre vivo y presente en medio de la iglesia, que nos podíamos comunicar con Él por medio de la oración y a través del Espíritu Santo.

El pez en la Biblia

Aunque existen más de cuarenta referencias al pez o a los peces en la Biblia, nunca se cita ninguna especie concreta. Se sabe que Salomón era un experto naturalista que disertaba sobre el mundo animal y sobre los peces (1 R. 4:33). Sin embargo, resulta curiosa esta ausencia de información específica o el poco interés por tales animales acuáticos, sobre todo si se tiene en cuenta que los pueblos costeros del mar de Galilea o de las riberas del Mediterráneo y del mar Rojo vivían preferentemente de la pesca. También el río Nilo en Egipto era abundante en peces, que consumieron habitualmente los hebreos durante su estancia en este país y que, más tarde, encontraron a faltar en su larga peregrinación por el desierto (Nm. 11:5).

Quizás dicho desinterés se deba a la creencia hebrea de que los mares eran lugares peligrosos, poblados por seres monstruosos y maléficos. También el contacto con otros pueblos, como los filisteos, que creían, por ejemplo, en el dios mitológico Dagón, mitad pez y mitad hombre, pudo influir en esta aversión hebrea por los océanos, los abismos del mar y los seres que los pueblan (Sal. 104:25-26; 107:23-27; etc.).

El lago de Genesaret

El lago de agua dulce de Genesaret o mar de Galilea ha sido famoso desde la antigüedad por su variedad de peces. Tiene 21 km de longitud norte-sur por 12 km de anchura este-oeste, una profundidad máxima de 48 m y una superficie de 166 km². Está situado a 212 m por debajo del nivel del mar Mediterráneo, lo que le convierte en la masa de agua dulce más baja del mundo.

Entre las numerosas especies existentes, contiene por lo menos todavía hoy unas 18 que son autóctonas, es decir, que solo se encuentran en dicho lago. Otras, sin embargo, han sido introducidas por el ser humano, procedentes de diversos lugares. Hay peces damisela (Pomacentridae), pequeños blénidos (Blennioidei), siluros o peces gato (Clarias macranthus) de casi un metro de longitud, barbos, tilapias, sardinas de agua dulce, etc.

De manera que estos animales no eran difíciles de conseguir ya que tanto podían pescarse en el mar de Galilea como en el Mediterráneo. Incluso existían factorías de salazón que los comercializaban y distribuían por todo el país.

El símbolo del pez en el cristianismo

Los cristianos de los primeros siglos usaron el símbolo del pez como un acróstico del Señor Jesús. Con las letras que componen el nombre de este animal acuático en griego (IKHTHYS, ΙΧΘΥΣ) se formaba la frase: “Ἰησοῦς Χριστός Θεοῦ Υἱός Σωτήρ, Iesûs Khristós Theû Huiós Soter”, que significa “Jesús, Cristo, Hijo de Dios, Salvador”.

Se cree que esta frase, que resume tan bien la identidad y misión de Cristo, se originó probablemente en Alejandría como una especie de protesta rebelde contra la persecución y tiranía de los emperadores que perseguían al cristianismo y pretendían que el pueblo los considerase como divinos.

Los creyentes se identificaban entre sí, durante el segundo siglo, dibujando en el suelo la figura simple del pez (en latín, piscis) o en las paredes de las catacumbas en Roma. Eran conscientes de parecerse a los peces pues, igual que ellos, nacían mediante el agua del bautismo. De ahí que a los bautisterios se les empezara a llamar “piscinas”. Finalmente, este simbolismo cristiano del pez dejó de usarse después de la muerte de Constantino.

No sabemos qué clase de pescado ofrecieron al Maestro, si era del mar o de agua dulce, pero este hecho recuerda aquél otro pescado que estaba sobre las brasas y que Jesús ofreció a siete de sus discípulos (Jn. 21:9).

En esa ocasión, fue el Hijo de Dios quien preparó el desayuno a sus discípulos. Muchos años después, en los Hechos de los Apóstoles, Lucas dirá que Jesús resucitado comió con los apóstoles después de su resurrección de entre los muertos (Hch. 10:41).

Todavía hoy los cristianos podemos comer con el Señor cada vez que participamos de la Santa Cena y repartimos el pan con los hermanos.

Article publicat originalment en Protestante Digital, el 16 de maig de 2024.

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