Preguntas para Dios

Preguntas para Dios

La Iglesia debería estar llena de niños. Para acotar un poco la idea de infancia, podríamos establecer que es una etapa que abarca desde el nacimiento hasta los 99 años. Jesús nos indicó que su Reino es de aquellos que son como niños, y lo dijo con unos cuantos chavales rodeándolo, mientras los adultos miraban atónitos. 

¿Qué quería decir el maestro con aquello? ¿Qué cualidades de nuestra infancia se nos están olvidando al crecer? Os dejo una de ellas: el arte de preguntar.

El arte de preguntar

Si eres padre o madre, seguro que alguna vez has experimentado en tu cerebro una sensación de colapso por el aluvión de preguntas de tus hijos. Pero créeme, no estás solo en esto. Según un estudio, los niños realizan unas 40.000 preguntas entre los dos y los cinco años.1 Por lo tanto, si al final del día contestas con un mecánico e irreflexivo “sí”, no te fustigues demasiado, es una cuestión de supervivencia.  

Sin embargo, las preguntas de los niños tienen dos cualidades que debemos tener muy en cuenta en nuestra manera de relacionarnos con Dios: son humildes y son sinceras. Ellos preguntan a alguien en quien confían, de donde esperan con absoluta confianza una respuesta completa a su pregunta. 

Asumen que papá y mamá saben más que ellos y que les pueden enseñar. ¿Nos acercamos a Dios con ese tipo de confianza? ¿Reconocemos nuestra posición? 

¿Cómo preguntamos a Dios?

La segunda cuestión es la sinceridad: nuestros hijos no preguntan para incordiar, preguntan porque quieren saber, con honestidad. ¿Preguntamos a Dios de esta misma manera? 

Jesús se encontró en varias situaciones donde le realizaban preguntas que partían de la arrogancia y la soberbia (por ejemplo, Marcos 12:13-17). Cuando nos acercamos a Dios de esa manera, poco crecimiento vamos a experimentar. 

Así que mira a tu hijo o recuerda tu propia infancia, y acércate al Padre con esa confianza propia del niño o la niña que fuiste. Deja que Jesús sea la respuesta a tus preguntas. 

“entonces tomó a los niños en sus brazos y después de poner sus manos sobre la cabeza de ellos, los bendijo.” - Marcos 10:16.

Comentaris