¿Te enteraste de lo del pastor?

¿Te enteraste de lo del pastor?

Una sonrisa se nos dibuja en la cara cuando un mito cae, se estampa, se estrella y se hace añicos. Ya se llame emérito o president, sea cantante o futbolista, una actriz o un actor; surge de lo más profundo de nuestro ser un cinismo que nos coloca en una especie de atalaya moral que se condensa en una expresión de solo tres letras y un par de signos: ¿ves?

¿Ves?

Y mientras decimos eso, se va amontonando más y más basura en nuestros móviles que viene a confirmar nuestro juicio moral inicial y que, por supuesto, compartimos al instante.

¿Y qué decir del submundo cristiano? En Estados Unidos hay debate abierto sobre si se deben seguir usando canciones de Hillsong en las iglesias debido a noticias que vinculan esta institución con prácticas de muy dudosa ética. 

Desde nuestra torre de la superioridad moral también vemos a personas muy conocidas en situación de liderazgo de grandes iglesias u organizaciones que caen de forma estrepitosa, provocando vías de agua de enorme gravedad en esas monumentales entidades que han ayudado a levantar y liderar. Y en esas circunstancias, el pueblo de Dios suele responder, también, con un muy espiritual: ¿ves?

¿También él?

Sin embargo, cuando ese líder lo es de verdad para nosotros, es entonces cuando el tema ya no es tan divertido, el chisme ya no es tan jugoso. 

Cuando ese líder que ha fracasado es nuestro padre en su rol de liderazgo familiar puede ser devastador en nuestras vidas, o cuando se trata de alguien que trabaja con los jóvenes de nuestra iglesia y que cae estrepitosamente, nos podemos sentir completamente aturdidos, o cuando se trata de un predicador a quien no conocemos demasiado pero que admiramos sinceramente a través de sus sermones, entonces podemos caer en un profundo desánimo: ¿también él?

¿También yo?

Y qué decir si somos nosotros mismos aquellos que ejercemos ese liderazgo y nos trastabillamos, nos ponemos en evidencia y provocamos una herida en aquellos a quienes queremos y que han depositado una parte de su preciosa confianza en nosotros. Posiblemente brotará de nuestro corazón ese sentimiento amargo del salmista, donde no será tanto nuestra propia miseria sino el terrible daño que podemos causar a los otros:

Oh Dios, tú sabes lo necio que soy;
de ti no puedo ocultar mis pecados.
No dejes que los que confían en ti sean avergonzados por mi culpa,
oh, Señor Soberano de los Ejércitos Celestiales.
No permitas que sean humillados por mi causa,
oh, Dios de Israel.

Fragmento del Salmo 69

Jesús

Queremos que aquellos en quienes confiamos no fallen, pero lo harán, lo haremos. Hillsong caerá, nuestros líderes también, ¿y qué decir de nosotros mismos? Solo hay un lugar al que el cristiano puede mirar con absoluta confianza, y ese lugar no está en nuestro interior, ni en nuestra fuerza de voluntad, ni en otras personas, ni en sistemas o instituciones, solo en la cruz de Jesús.

En la iglesia encontraremos personas, herramientas y compañerismo que nos ayudarán en nuestro caminar y que Dios usará con poder, pero la mirada solo puede estar puesta en Jesús. Viviendo con una mano tendida para ser levantados por nuestros hermanos y la otra extendida para ayudar a otros en su camino, sea quien sea, sin importar la función que desarrollan en ese complejo cuerpo que es la Iglesia. 

Estamos llamados a ser canales de bendición del amor de Dios, y ese amor genuino no lo encontraremos en otra fuente que no sea Jesús mismo. Aunque, de algún modo, esa otra fuente se le parezca.

Nunca fueron los líderes los que impulsaron a la iglesia y la han hecho llegar a nuestros días. Tampoco lo han sido todos aquellos fieles humildes y anónimos que han vivido la fe e incluso muerto por ella.

No, lo que ha impulsado a la iglesia ha sido el Espíritu Santo que ha permitido que la maldad en todas sus expresiones no haya prevalecido contra ella, ya sea por ataques externos o por nuestros propios fracasos e incapacidades. Ha sido el poder de Dios derramado en la vida de personas a lo largo de la historia lo que nos ha permitido seguir hasta aquí, y eso ha sucedido a pesar de nosotros mismos.

Siempre se ha tratado de la obra de Jesús, de la gracia derramada por la humanidad, de su amor y misericordia. Esto es lo que ha permitido a la iglesia vivir, crecer y ser de bendición hasta nuestros días. 

Este pensamiento debería permitirnos, sea cual sea nuestra área de influencia, descansar en su poder, en su amor, en su misericordia, porque la obra es suya, nuestra familia es suya, la iglesia es suya y nosotros somos herramientas imperfectas en manos del perfecto artesano.

Fijemos la mirada en Jesús, el iniciador y perfeccionador de nuestra fe, quien, por el gozo que le esperaba, soportó la cruz, menospreciando la vergüenza que ella significaba, y ahora está sentado a la derecha del trono de Dios.

Hebreos 12:2

Fuente:

Should We Keep Singing Hillsong? | Christianity Today

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